Etimología:
Del latín «mittere», enviar, despedir, la palabra «misa» se convirtió con el tiempo en
el nombre dado a la celebración que en los primeros tiempos se había llamado
«fracción del pan», «cena del Señor», y que ahora llamamos «eucaristía».
Los orientales la llaman más bien «liturgia».
El término probablemente tiene su origen en que después de la liturgia de la
Palabra se hacía la despedida de los catecúmenos («missa catecumenorum») y
al final, la de los fieles («ite, missa est»). Pero a partir del siglo IV poco a poco se
llamó «misa», no a la despedida, sino a todo lo que le precedía («misa de los
catecúmenos»).
Otra etimología podría ser la relacionada con la ofrenda, el «envío» («mittere») a
Dios, la oblación de nuestro sacrificio Eucarístico. Así, la frase más expresiva no
sería «fit missa» (se hace la despedida), sino «misa acta est», (se ha hecho la
oblación).
El Catecismo prefiere la etimología del envío: la celebración eucarística se llama
«Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de la salvación se
termina con el envío de los fieles («missio») a fin de que cumplan la voluntad de
Dios en su vida cotidiana»
Actualmente se sigue llamando «misa» a toda celebración, pero no tanto en las
oraciones y textos, sino en las rúbricas y títulos.Se prefiere el nombre de «eucaristía».
1.1 Historia
La Fiesta Judía
El pueblo judío del Antiguo Testamento se reunía delante del Arca de la Alianza que contenía las tablas de la Ley,palabra permanente de Dios, y el vaso del maná, pan ácimo sin levadura que evocaba la huida de Egipto, y que era comida de salvación para el pueblo. Se sacrificaba un cordero y su sangre, lanzada al aire por los sacerdotes, borraba los pecados del pueblo.
Pero independientemente de este rito anual, el sábado era el día establecido por Dios para que su pueblo le rindiera culto público, y su celebración y dedicación constituía una total obligación para el pueblo.
La Todáh Judía
El antepasado litúrgico de la Misa es la Todáh del antiguo Israel. Etimológicamente, el término hebreo todáh significa acción de gracias, al igual que el término griego eucaristía. La todáh era una comida sacrificial compartida con amigos, a fin de celebrar el agradecimiento a Dios. La todáh empieza con el recuerdo de una amenaza mortal, celebrando a continuación que Dios haya librado al hombre de aquella amenaza. Era una poderosa manifestación de confianza en la soberanía y la compasión de Dios.
La Institución de la Eucaristía
La Misa, frecuentemente denominada Santa Misa, tanto en la Iglesia Católica Romana como en la Iglesia Luterana, es el acto litúrgico dentro del cual se ofrece la Eucaristía. De acuerdo a los Evangelios, la Misa fue instituida por Jesús de Nazareth durante la Ultima Cena con sus apóstoles. La diferencia entre ambas iglesias es que mientras los católicos creen que la transubstanciación ocurre durante el rito de la consagración del pan y el vino, los luteranos dicen que lo que realmente ocurre en ese momento es la consubstanciación.
Fue el propio Jesús quien instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre durante la Ultima Cena como memorial de su muerte y Resurrección, ordenando a sus apóstoles celebrarla hasta que vuelva (1ª. Corintios 11:26), de manera que a través de la Santa Misa se le reciba a Él mismo como alimento espiritual.
Pero Jesús además quiso confirmar la Eucaristía un día después de su Resurrección cuando, camino hacia Emaús, encontró a dos de sus discípulos, Cleofás y otro del que se desconoce el nombre, y accedió a la invitación de ellos para compartir la cena. Los dos discípulos reconocieron a Jesús cuando, a mitad de la cena, bendijo el pan y el vino y lo compartió con ellos (Lucas 24:13-35). Esta ceremonia en el camino a Emaús marcó, por así decirlo, el orden litúrgico a seguir en nuestra Iglesia Católica. En los primeros tiempos del cristianismo los convertidos se reunían diariamente y escuchaban los sermones de los apóstoles.
Desde tiempos de los primeros cristianos el día domingo ha sido el día de reunión litúrgica, donde se escucha la Escritura y se oficia la liturgia de la Sagrada Eucaristía, con el fin de comulgar el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús. Ya en la iglesia primitiva los cristianos “perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). San Pablo siempre reveló su preocupación por transmitir de forma precisa la liturgia, subrayando la importancia de la doctrina de la presencia real, indicando al mismo tiempo las terribles consecuencias en no creer en la Eucaristía: “Todo el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, como y bebe su propia condena” (1ª. Corintios 11:29).
La Didaké
Independientemente a los libros del Antiguo Testamento, el escrito cristiano más antiguo que ha llegado hasta nuestros días es un manual litúrgico, al cual podríamos catalogarlo como misal, el cual se titula Didaké, que en griego significa Enseñanzas, y que también se le conoce como Doctrina del Señor a las naciones del mundo por medio de los Doce Apóstoles. La Didaké es una colección de enseñanzas de los apóstoles, y se compiló en Antioquía de Siria en algún momento entre los años 50 al 110 d.C. La Didaké utiliza cuatro veces la palabra Sacrificio para describir la Eucaristía. De la Didaké aprendimos también que el día habitual de la liturgia es el Día del Señor, y que era costumbre arrepentirse de los propios pecados antes de recibir la Eucaristía:
“En cuanto al Día del Señor, una vez reunidos partid el pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea puro” (capítulo 4, verso 1).
Sobre el modo de realizar el Sacrificio eucarístico, la Didaké ofrece una plegaria que sorprende por su poesía. La liturgia de la Iglesia primitiva se basaba profundamente tanto en los ritos como en las Escrituras del antiguo Israel, tal como sigue haciéndolo nuestra propia liturgia de hoy en día. Definitivamente, Jesús instituyó la Misa durante la cena pascual, y su acción de gracias eucarística completará y perfeccionará el sacrificio pascual. Esta conexión era clara para la primera generación de cristianos, muchos de los cuales eran devotos judíos inicialmente.
De ahí que las oraciones de la Pascua entraron enseguida en la liturgia cristiana.
La Didascalia
Desde comienzos del siglo III en adelante, el reguero de papiros muestra una mayor preocupación por conservar las palabras precisas de las liturgias atribuidas a los Apóstoles. A principios de los 300 d. C., se publica, en el norte de Siria, otra recopilación de la tradición recibida: la Didascalia Apostolorum ("Enseñanza de los Apóstoles"). La Didascalia incluye páginas con el texto de oraciones, a la vez que detalladas instrucciones para las funciones litúrgicas y el modo de comportarse de obispos, sacerdotes, diáconos, mujeres, niños, jóvenes, viudas, huérfanos y transeúntes.
Justino y La Santa Misa
Al principio de la Era Cristiana la Santa Misa no estaba "a la vista" de cualquiera, sino sólo de quienes estaban ya más compenetrados con su significado. Al realizarse la ceremonia a puertas cerradas, los rumores y calumnias provenientes de los enemigos de la Iglesia no se dejaron esperar y comenzaron a esparcirse por todos aquellos lugares donde la semilla de Cristo había ya dado sus frutos. En el siglo II encontramos un texto de San Justino mártir explicando al emperador romano Antonio Pío, hacia el año 155, a grandes rasgos precisamente lo que se hacía en la misa.
Hacia el 215, Hipólito de Roma compuso su gran obra, la Tradición Apostólica ", en la que estableció las enseñanzas litúrgicas y teológicas que la Iglesia romana había conservado desde los tiempos de los Apóstoles, Una de las secciones propone un ajustado guión de la liturgia para la ordenación de sacerdotes. Podemos ver nuestra Misa, en la obra de Hipólito:
Sacerdote: El Señor esté con vosotros.
Comunidad: Y con tu espíritu.
Sacerdote: Levantemos el corazón.
Comunidad: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Sacerdote: Demos gracias al Señor.
Comunidad: Es justo y necesario.
Desde el mismo período, encontramos los textos más antiguos de las liturgias que reivindicaban un linaje apostólico, las liturgias de San Marcos, Santiago y San Pedro: liturgias que aún se usan en muchos lugares de todo el mundo. La liturgia de Santiago fue el rito preferido de la antigua Iglesia de Jerusalén, que reclamaba a Santiago como su primer obispo. Las liturgias de Santiago, Marcos y Pedro son teológicamente densas, ricas en poesía, ricas en citas de las Escrituras. Recuerda que, cuando poca gente sabía leer, y menos gente aún podía permitirse el lujo de tener copias de libros, la liturgia era el lugar donde los cristianos asimilaban la Biblia. Por eso, desde los primeros días de la Iglesia, la Misa ha estado empapada de la Sagrada Escritura.
La Misa en la actualidad y su importancia
El acto oficial de la Iglesia para dar culto a Dios colectivamente, es la Santa Misa.
El cumplimiento de las obligaciones no se limita a cuando se tienen ganas. Lo sensato es poner buena voluntad en hacer lo que se debe.
El cristianismo es una vida, no un mero culto externo. El culto a Dios es necesario, pero no basta para ser buen cristiano.
La asistencia a Misa es sobre todo un acto de amor de un hijo que va a visitar a su Padre: por eso el motivo de la asistencia a Misa debe ser el amor.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, ha recalcado la importancia de la Liturgia en la formación de los cristianos de hoy: «la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza».
1.2 Partes de La Misa
La Misa consta de dos partes, a saber, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística. Consta además de algunos ritos que inician y concluyen la celebración.
Ritos iniciales
Los ritos que preceden a la Liturgia de la Palabra, es decir, la entrada, el saludo, el acto penitencial, el Señor, ten piedad, el Gloria y la colecta, tienen el carácter de exordio, de introducción y de preparación. La finalidad de ellos es hacer que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.
Entrada
Estando el pueblo reunido, cuando avanza el sacerdote con el diácono y con los ministros, se da comienzo al canto de entrada. La finalidad de este canto es abrir la celebración, promover la unión de quienes se están congregados e introducir su espíritu en el misterio del tiempo litúrgico o de la festividad, así como acompañar la procesión del sacerdote y los ministros.
Saludo
Cuando llegan al presbiterio, el sacerdote, el diácono y los ministros saludan al altar con una inclinación profunda. Sin embargo, como signo de veneración, el sacerdote y el diácono besan el altar; y el sacerdote, según las circunstancias, inciensa la cruz y el altar. Concluido el canto de entrada, el sacerdote de pie, en la sede, se signa juntamente con toda la asamblea con la señal de la cruz; después, por medio del saludo, expresa a la comunidad reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia congregada.
Acto penitencial
Después el sacerdote invita al acto penitencial que, tras una breve pausa de silencio, se lleva a cabo por medio de la fórmula de la confesión general de toda la comunidad, y se concluye con la absolución del sacerdote que, no obstante, carece de la eficacia del sacramento de la Penitencia.
Señor, ten piedad
Después del acto penitencial, se tiene siempre el Señor, ten piedad, a no ser que quizás haya tenido lugar ya en el mismo acto penitencial.
Gloria
El Gloria es un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y glorifica y le suplica al Cordero.
Colecta
En seguida, el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse «colecta» y por la cual se expresa el carácter de la celebración.
Liturgia de la Palabra
La parte principal de la Liturgia de la Palabra la constituyen las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, junto con los cánticos que se intercalan entre ellas; y la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y la concluyen.
Lecturas bíblicas
Por las lecturas se prepara para los fieles la mesa de la Palabra de Dios y abren para ellos los tesoros de la Biblia. La lectura del Evangelio constituye la cumbre de la Liturgia de la Palabra. La Liturgia misma enseña que debe tributársele suma veneración, cuando la distingue entre las otras lecturas con especial honor, sea por parte del ministro delegado para anunciarlo y por la bendición o la oración con que se prepara; sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les habla, y escuchan de pie la lectura misma; sea por los mismos signos de veneración que se tributan al Evangeliario.
Después de la primera lectura, sigue el salmo responsorial, que es parte integral de la Liturgia de la Palabra y en sí mismo tiene gran importancia litúrgica y pastoral, ya que favorece la meditación de la Palabra de Dios. Después de la lectura, que precede inmediatamente al Evangelio, se canta el Aleluya u otro canto determinado por las rúbricas, según lo pida el tiempo litúrgico. Esta aclamación constituye por sí misma un rito, o bien un acto, por el que la asamblea de los fieles acoge y saluda al Señor, quien le hablará en el Evangelio, y en la cual profesa su fe con el canto.
Homilía
La homilía es parte de la Liturgia y es muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una explicación o de algún aspecto de las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo en cuenta, sea el misterio que se celebra, sean las necesidades particulares de los oyentes. (Los domingos y las fiestas del precepto debe tenerse la homilía en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo y no puede omitirse sin causa grave, por otra parte, se recomienda tenerla todos días especialmente en las ferias de Adviento, Cuaresma y durante el tiempo pascual, así como también en otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la Iglesia).
Profesión de fe
El Símbolo o Profesión de Fe, se orienta a que todo el pueblo reunido responda a la Palabra de Dios anunciada en las lecturas de la Sagrada Escritura y explicada por la homilía. Y para que sea proclamado como regla de fe, mediante una fórmula aprobada para el uso litúrgico, que recuerde, confiese y manifieste los grandes misterios de la fe, antes de comenzar su celebración en la Eucaristía.
Oración universal
En la oración universal, u oración de los fieles, el pueblo responde en cierto modo a la Palabra de Dios recibida en la fe y, ejercitando el oficio de su sacerdocio bautismal, ofrece súplicas a Dios por la salvación de todos.
Liturgia Eucarística
En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y el banquete pascuales. Por estos misterios el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia, cuando el sacerdote, representando a Cristo Señor, realiza lo mismo que el Señor hizo y encomendó a sus discípulos que hicieran en memoria de Él. Cristo, pues, tomó el pan y el cáliz, dio gracias, partió el pan, y los dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía. Por eso, la Iglesia ha ordenado toda la celebración de la Liturgia Eucarística con estas partes que responden a las palabras y a las acciones de Cristo, a saber:
1) En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua, es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.
2) En la Plegaria Eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.
3) Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aunque sean muchos, reciben de un único pan el Cuerpo, y de un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo como los Apóstoles lo recibieron de las manos del mismo Cristo.
Preparación de los dones
Al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. En primer lugar se prepara el altar, o mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia Eucarística, y en él se colocan el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, cuando éste no se prepara en la credencia. En seguida se traen las ofrendas: el pan y el vino, que es laudable que sean presentados por los fieles. Cuando las ofrendas son traídas por los fieles, el sacerdote o el diácono las reciben en un lugar apropiado y son ellos quienes las llevan al altar. Aunque los fieles ya no traigan, de los suyos, el pan y el vino destinados para la liturgia, como se hacía antiguamente, sin embargo el rito de presentarlos conserva su fuerza y su significado espiritual.
Depositadas las ofrendas y concluidos los ritos que las acompañan, con la invitación a orar junto con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, se concluye la preparación de los dones y se prepara la Plegaria Eucarística.
Plegaria Eucarística
En este momento comienza el centro y la cumbre de toda la celebración, esto es, la Plegaria Eucarística, que ciertamente es una oración de acción de gracias y de santificación. La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y con silencio.
Los principales elementos de que consta la Plegaria Eucarística pueden distinguirse de esta manera:
a) Acción de gracias (que se expresa especialmente en el Prefacio), en la cual el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da gracias por toda la obra de salvación o por algún aspecto particular de ella, de acuerdo con la índole del día, de la fiesta o del tiempo litúrgico.
b) Aclamación: con la cual toda la asamblea, uniéndose a los coros celestiales, canta el Santo. Esta aclamación, que es parte de la misma Plegaria Eucarística, es proclamada por todo el pueblo juntamente con el sacerdote.
c) Epíclesis: con la cual la Iglesia, por medio de invocaciones especiales, implora la fuerza del Espíritu Santo para que los dones ofrecidos por los hombres sean consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la Comunión sirva para la salvación de quienes van a participar en ella.
d) Narración de la institución y consagración: por las palabras y por las acciones de Cristo se lleva a cabo el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, y los dio a los Apóstoles para que comieran y bebieran, dejándoles el mandato de perpetuar el mismo misterio.
e) Anámnesis: por la cual la Iglesia, al cumplir el mandato que recibió de Cristo por medio de los Apóstoles, realiza el memorial del mismo Cristo, renovando principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y su ascensión al cielo.
f) Oblación: por la cual, en este mismo memorial, la Iglesia, principalmente la que se encuentra congregada aquí y ahora, ofrece al Padre en el Espíritu Santo la víctima inmaculada. La Iglesia, por su parte, pretende que los fieles, no sólo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que también aprendan a ofrecerse a sí mismos, y día a día se perfeccionen, por la mediación de Cristo, en la unidad con Dios y entre ellos, para que finalmente, Dios sea todo en todos.
g) Intercesiones: por las cuales se expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, tanto con la del cielo, como con la de la tierra; y que la oblación se ofrece por ella misma y por todos sus miembros, vivos y difuntos, llamados a participar de la redención y de la salvación adquiridas por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
h) Doxología final: por la cual se expresa la glorificación de Dios, que es afirmada y concluida con la aclamación Amén del pueblo.
Rito de la comunión
Puesto que la celebración eucarística es el banquete pascual, conviene que, según el mandato del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos como alimento espiritual por los fieles debidamente dispuestos. A esto tienden la fracción y los demás ritos preparatorios, con los que los fieles son conducidos inmediatamente a la Comunión.
Oración del Señor
En la Oración del Señor se pide el pan de cada día, que para los cristianos indica principalmente el pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, en realidad, las cosas santas se den a los santos.
Rito de la paz
Sigue el rito de la paz, con el que la Iglesia implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y con el que los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental.
Fracción del Pan
El sacerdote parte el pan eucarístico, con la ayuda, si es del caso, del diácono o de un concelebrante. El gesto de la fracción del Pan realizado por Cristo en la Última Cena, que en el tiempo apostólico designó a toda la acción eucarística, significa que los fieles siendo muchos, en la Comunión de un solo Pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, forman un solo cuerpo (1Co 10, 17).
Comunión
El sacerdote se prepara para recibir fructuosamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo con una oración en secreto. Los fieles hacen lo mismo orando en silencio. Después el sacerdote muestra a los fieles el Pan Eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz y los invita al banquete de Cristo; además, juntamente con los fieles, pronuncia un acto de humildad, usando las palabras evangélicas prescritas.
Es muy de desear que los fieles, como está obligado a hacerlo también el mismo sacerdote, reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en esa misma Misa, y en los casos previstos, participen del cáliz, para que aún por los signos aparezca mejor que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se está celebrando.
Mientras el sacerdote toma el Sacramento, se inicia el canto de Comunión, que debe expresar, por la unión de las voces, la unión espiritual de quienes comulgan, manifestar el gozo del corazón y esclarecer mejor la índole «comunitaria» de la procesión para recibir la Eucaristía.
Terminada la distribución de la Comunión, si resulta oportuno, el sacerdote y los fieles oran en silencio por algún intervalo de tiempo. Si se quiere, la asamblea entera también puede cantar un salmo u otro canto de alabanza o un himno.
Para terminar la súplica del pueblo de Dios y también para concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote dice la oración después de la Comunión, en la que se suplican los frutos del misterio celebrado.
Rito de conclusión
Al rito de conclusión pertenecen:
a) Breves avisos, si fuere necesario.
b) El saludo y la bendición del sacerdote, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se expresa con la oración sobre el pueblo o con otra fórmula más solemne.
c) La despedida del pueblo, por parte del diácono o del sacerdote, para que cada uno regrese a su bien obrar, alabando y bendiciendo a Dios.
d) El beso del altar por parte del sacerdote y del diácono y después la inclinación profunda al altar de parte del sacerdote, del diácono y de los demás ministros.
Esquema:
Bibliografía:
http://www.liturgiasalta.com.ar/vocabulario_misa.pdf
http://www.elcastellano.org/palabra.php?q=misa
http://www.mscperu.org/espirit/eucaristia_espiritu/La_Cena_del_Cordero/cena_cordero03.htm
http://www.slideshare.net/afabrag46/la-santa-misa-su-historia
http://www.giga.com/~jemadero/lea/misa.html
http://www.aciprensa.com/catequesis/misa2.htm
http://www.santorosario.net/espanol/misa/2.htm
http://laverdadcatolica.org/LaSantaMisa.htm
http://www.es.catholic.net/escritoresactuales/251/685/articulo.php?id=7048
http://www.laliturgia.org/general/santa-misa-y-sus-partes.html/comment-page-1
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